Cerezos en flor en Japón
📅 4 de julio de 2025  |  ⏱️ 5 min de lectura

Lo que florece para caer

Primero, es el aire. Más tibio, más suave, más lleno de promesas. Luego, el cielo: un azul que parece haber sido lavado a mano. Y de pronto, sin aviso, brotan como un suspiro acumulado: los cerezos. No estallan. No gritan. Se abren con una delicadeza que desarma. Como si el invierno, al rendirse, se hubiera vuelto flor.

Caminar bajo un sakura en flor no es sólo admirar. Es escuchar el eco de algo que ya se va, incluso mientras llega. Japón lo sabe. Lo siente. Por eso, cuando florecen los cerezos, todo se detiene. Se comparte el silencio de la belleza que no durará.

🌸 Hanami: ver florecer, ver caer

Desde hace siglos, los japoneses celebran el hanami, que literalmente significa “ver flores”. Pero ese verbo encierra algo más: ver lo que cambia, lo que huye, lo que se transforma. Bajo los árboles en flor, familias, amigos, extraños, extienden mantas, comparten comida, risas, miradas largas hacia las ramas. No hay urgencia. Sólo el deseo de estar ahí, mientras dure.

Un anciano abre una caja bento con manos lentas. Junto a él, una niña atrapa un pétalo antes de que toque el suelo. Ninguno dice nada. Pero en ese gesto —el cuidado, la pausa, la ternura— vive el alma del hanami.

🕊️ La flor que enseña a soltar

El sakura no es sólo belleza. Es una lección sin palabras. Florece durante unos días, tal vez una semana. Luego el viento lo disuelve. Los pétalos caen como nieve cálida, cubriendo el suelo con un velo de adiós.

En esa brevedad está su poder. Japón no huye de lo efímero: lo honra. El arte, la poesía, la filosofía del país han hecho del sakura un símbolo del mono no aware: esa suave melancolía ante lo transitorio, esa belleza que duele apenas por ser tan pura.

⛩️ Entre templos y avenidas

No importa si estás en un templo milenario o en una calle de Tokio repleta de neón: cuando los cerezos florecen, todo se transforma. Lo antiguo y lo nuevo, lo sagrado y lo cotidiano, se tiñen del mismo rosa fugaz.

Un monje barre pétalos con una escoba de bambú, sin apurarse. En el parque Ueno, oficinistas con corbata duermen la siesta bajo los árboles, latas de sake vacías junto a ellos. Hay algo infantil y sagrado a la vez en esos momentos.

🌙 ¿Qué florece en ti cuando todo se va?

Los cerezos no nos enseñan a aferrarnos. Nos enseñan a mirar. A estar presentes. A dejar ir sin cerrar los ojos.

Quizás la próxima primavera, cuando veas una flor que apenas nace y ya empieza a caer, recuerdes esto: lo que duele no es que se vaya. Es que era hermoso.
Y lo viste.
Y estuviste ahí.